sábado, 30 de mayo de 2015

Fenómenos cuánticos.

En otros mundos sí has nacido
entre temores colectivos inconcretos,
bandas callejeras de ancianos,
niños con metralletas...
y otros fenómenos cuánticos.
Como todos los soles de la galaxia juntos,
colapsan y explotan.




M82.Galaxia del Cigarro

miércoles, 27 de mayo de 2015

Lunes.

A veces
soy un lunes.

Menguo
perdida en mi entropía.

Me paso la vida pagando deudas
    que no recuerdo cuando
ni con quien contraje.

Respondo a lealtades invisibles,
ancestrales,
con huidas épicas
y atrincheramientos mentales. 

Soy un lunes,
a ratos,
con un complejo de inferioridad
de dimensiones bíblicas.

Por eso escribo a brochazos por las paredes
de mi diminuto cuarto.

Escribo compulsivamente y
sin sentido
de cualquier manera a modo
de escapismo ritual.

Pensarás que mi ego está
muy por encima de mis posibilidades
intelectuales
pero tengo una tablet
y todo el conocimiento del mundo
en la punta de los dedos. ¡Ah!
                                               [y un montón de likes.

Soy un lunes,
a menudo,
de esos difusos, con regusto
amargo a domingo,
tan disfuncional
como una familia sin televisor.

Por ejemplo,
tecleo siete horas al día cosas
  que no me importan
  sobre gente que no conozco,
  que no veré nunca,
  que me odiará siempre
porque no le regalé a su hijo
el puto IPhone 6.

Tecleando siete horas
quizás podría pagarme un alquiler,
podría darme el lujo
de otro cañón en el Rastrel

 y aún así me quejo

y es para darme una
o dos manadas de hostias
porque hay gente que no puede comer. 

Aún así
es miércoles.

Yo soy lunes otra vez.

Como el resto del mundo,
me odio.

Añoro cuando solía ser un viernes,
                                                       [incluso un sábado resacoso,
añoro saberme pérdida e
improductiva,
echada a perder
pero querida
en mi decrepitud ociosa.

Soy hoy
tan lunes:

mi vida me da pereza

las vuestras me dan envidia

la ginebra y los mapas,
nostalgia.

Como lunes,         lo habrás notado,
tengo un don:
                         la autocompasión.

Por favor,
si alguien,
   si mi exnovia,
o cualquier otrx,
  me está escuchando,
por favor,
  hazme viernes,
  hazme día de fiesta,
  hazme 
lo que quieras.

jueves, 21 de mayo de 2015

Roma, 17 de marzo...


  Revolver recuerdos. No ha sido tan malo como esperaba. "Nunca vuelvas a un lugar en el que hayas sido feliz", dicen. Quizás por eso no haya sido tan duro; por lo relativo del término, porque aún no he sido capaz de catalogar aquel tiempo. Si, hubo ráfagas, lagunas de felicidad, pero todo envuelto en una nebulosa de melancolía un tanto extraña, como una dimensión espacio-temporal adulterada.

Y ahora de vuelta. De vuelta con una imagen de conjunto más clara, sin planes pero con otro mapa, remendado y ampliado. Sola, pero de otra forma. Con seguridad más fuerte, más grande, más enraizada al núcleo de eso que nos hace sentir seguros y un poco menos desamparados.

Este era un viaje con un solo billete, por cosas del destino y por necesidades del alma: pasear la soledad por otras calles, redescubrirlas y redefinir ciudades y puntos ciegos de una misma, que es a menudo tan opaca en el espejo.

A veces una huida a tiempo en vez de quitarnos el aliento, nos lo devuelve. Supongo que eso es lo que estoy intentando: volver a respirar sin la sensación de que el tiempo y el oxígeno se agotan, de que los puentes se están derrumbando a medida que el amor, el propio y el de los demás, se resquebraja. Y es que hay una cuenta atrás, un número limitado de oportunidades para vencer a nuestros respectivos monstruos. La partida cada vez es más rápida y cada vez menos voces corean nuestros nombres. Es aterrador ver como se va deshilachando la red cuando aún estas en medio del salto. Es aterrador el desamparo. Y la impotencia de no poder frenar el sufrimiento de los que te dan aliento.

Es como si desplazándote en el espacio escaparas del tiempo, te escabulleras por uno de sus huecos y así interrumpieras la cuenta atrás. Es una ilusión maravillosa, aunque solo exista en nuestra mente, aunque al retornar al punto de partida el peso del tiempo recobre toda su fuerza arrollándote de nuevo.


Pero esa huida, esa bocanada de aire en el medio del mar, es lo que te permite resistir la embestida.