miércoles, 28 de enero de 2015

Juramento II

Creyó cada palabra
porque ya desde el primer invierno
ella había supuesto un disparatado eclipse
en su existencia.

Tenía las destrezas de agigantar
los pequeños detalles que alzan la felicidad
                                                                               [más leve,
tan solo con rozarlos
y de encauzar la alegría para que se filtrase en la piel
hasta empaparle a una el alma.

Solo ella fue capaz de emanciparle
del desconsuelo inmanente a febrero,
de aliviar el dolor de sus párpados rotos
celebrando cada derrota hasta acabar
borrachas de guerras,
riendo
como si no hubiera ayer.

Sellaron con los labios ese pacto quebradizo
que la libertad mantuvo intacto
hasta el principio de la eternidad,
y soberanas de un imperio ingrávido
de luz y desvergüenza
declararon toda pasión impostergable, derogando el tiempo,
so pena de un renacer infinito,

siempre incompleto.

lunes, 26 de enero de 2015

La dignidad por el suelo

Se me va a caer toda la dignidad por el suelo
como abras otra botella de ginebra
o de champán.
Luego se pega toda a las baldosas y a los azulejos
y por la mañana no hay un dios que la recoja.
Tú te marchas.
Yo paso el día frotando el piso
y desinfectándome las pestañas. 

jueves, 22 de enero de 2015

Turno de réplica

Odio saber ya lo que voy a hacer mañana
odio este equilibrio insípido
odio mis reglas
odio sentirme cómoda encadenada
odio tener mil revoluciones en la cabeza y una vía recta 
a mis pies
odio la autoflagelación por tener todo sin hacer

prácticamente nada

odio definirme más por lo que odio
que por lo que me apasiona y me rebato
persistentemente
como gotas de lluvia cayendo furiosas contra mis neuronas.

Absurda
no dejo de interferir con mi supervivencia,
colisionando contra la realidad terca 
y anodina

Aún con todas estas taras
                              ingrávidas]

que me machacan las cervicales,
chaladuras neuróticas, vacíos emocionales
                 ...
aún me rebato (:)

Amo despertarme sin rumbo
amo el caos anárquico-vital
me apasiona el desequilibrio intenso, vivificador
amo ese punto de incertidumbre que te lanza
a las estaciones y los aeropuertos
amo esta maldita calavera en ruinas

amo y sigo adelante
con la pena como energía renovable.

Por eso pienso aquí
angustiosamente estática
donde todo ha sido sospechosamente fácil,
pienso en lo lejos que llegan ellxs sin nada
y en lo extraña que quedo yo aquí con todo
el escribir compulsivo
la turbia contención poética

y pienso  también que
tengo que salir de este lugar
tengo que huir con lo puesto
tirar millas
para despertar. 

lunes, 19 de enero de 2015

Bondage

Caminó, camina, caminará. Existió, existe, existirá...

Una leve decisión gramatical podría borrarte del mapa en menos que arde un verso. Podría anclarte en el pasado, dejarte suspendido en un paréntesis, en un presente perpetuo, o lanzarte irremediablemente, estamparte contra un futuro para el que no estás preparado. Aquí tu rutina no te protegerá, tu libre albedrío es un renglón tachado.

Ya ves, me va el bondage literario. Tú no eres consciente, pero estás atado con tinta a las patas de una cama de papel. No tienes escapatoria. Todo el peso del léxico castellano está a esto,  ̶      ̶ , de cernirse sobre ti: asfixiar, beber(se), destruir, extasiar, fracturar, lamer, quemar, rebañar, satisfacer...es una ruleta rusa cargada de verbos. No hay forma de adelantar si el siguiente disparo será una tortura o un placer, pero hoy solo juegas tú, la madrugada es larga y hay un cuaderno por estrenar.

Habrás deducido ya que el vudú tiene muchas formas. Quizás un día incluso te atraviese un rayo al óleo o te desmayes de placer sobre arcilla, quién sabe. En esta realidad paralela la desvergüenza podría convertirse en mi mayor virtud y la lujuria en tu principal afición. De momento ya no estás en tu cama, no, es otra, inexplorada aún. Huele a cuero. La habitación está insonorizada, llena de juguetes y de velas.

¿Qué te sugiere el verbo "arder"?






                                                                           ***




sábado, 17 de enero de 2015

Aprender a marcharse

Cuando muera,
que podría hacerlo en cualquier momento
                                                                              [no seré yo la impertinente con las Moiras,

cuando muera quisiera  que   mis    latidos      se      fueran         espaciando           lento,

para poder despedirme con la calma de la eternidad plácida
de todo lo que he amado.

Es raro, pero ahora quisiera morir despacio,
recreándome en el poder y la magia que entraña esta finitud nuestra.

Quisiera aprender en algún momento a marcharme de los sitios sin prisa,
y dicen que nunca es tarde si la dicha es buena.

Si pudiera elegir,
escogería apagarme como los rescoldos de una hoguera grande,
alrededor de la que se ha calentado el alma mucha gente buena
el tiempo que sus llamas se hayan adherido al oxigeno en la noche más larga,
la noche en la que arden las decepciones y las derrotas
y el calor se transforma en sueños renovados y resurge la fe en un dios que quizás esté ahí
o quizás esté en otro cielo, quién sabe, en Marte,
velando por seres menos arrogantes.

Me gustaría arder, puestxs a pedir, en un pico alto que acaricie el cielo
y el silencio sacro.
Si, querré silencio,
querré escuchar al fin.

Con mis huesos se consumirá el ego
y serán ceniza las absurdas ambiciones mortales, la necesidad de aprobación de nadie.
Habrá tiempo para acompañar los ecos sin el ruido molesto y constante de un reloj.

Querré además que a ese pico, mi lecho rocoso,
lo cubra el musgo empapado de vida en primavera
y la nieve revitalizante en invierno,
y que a pesar de todo, de la evolución de mi materia en polvo,
sienta de vez en cuando
el escalofrío de la vida por mi espinazo etéreo.

Si de mi dependiera,
al morir me velarían los grillos y las salamandras y mientras
vosotrxs no dejaríais de celebrar la vida en algún lugar hermoso,
cerca del mar y del cielo,
un lugar de esos que al recogerte
consiguen hacerte sentir diminutx,
ponerte en tu sitio en el/los universo(s) sin que dejes por ello
de saberte valiosx,
                                                         [hermosx
incluso a un nivel microscópico.

Pediría que permanecieseis juntxs aún a miles de kilómetros,
sabixs,
conscientes de que cada latido avala que sois en esencia un milagro cósmico,
que ignorar vuestra fuerza es profanar la naturaleza,
que estar perdidxs no os da derecho a confinar vuestros dones.

Comprenderíais que al final las ausencias se tornan tesoros hondos, 
antiguos,
y no espacios en blanco,
que el dolor se forjó para romper vuestros límites y expandir vuestra mirada,
no para achicarla.

Pediría, en definitiva,
que el resto del camino siguierais con la sonrisa irrevocable
y el corazón por delante.  

martes, 13 de enero de 2015

Tú a rastras.

 Si ya sé que es culpa mía, que te quiero a destiempo y a medio gas. Y con el corazón en la trinchera y con demasiado cuidado, muy bajito, no vaya a ser que me notes la dependencia, no te vaya a molestar.

Si tienes todo el derecho a odiarme, eso no te lo voy a discutir. Que es cruel para el anfitrión esto del turismo emocional pero lo prometo, no es capricho, es miedo nuclear. Me sale como una fisión del pecho cuando me miras fijo, que no sé por donde escapar, y me inmolo, y claro, a ti te saltan los pedazos, y normal, te cabreas porque te vuelvo a manchar, lógico.

Si es que yo me estaba dando la vuelta ya, pero en esas me dio por mirar atrás y atrás estabas tú, siempre estás tú, y debe haber en tus pupilas como un imán que...total, que volví sobre mis pasos, o sobre mis tropiezos, no sé. Y mira que me repetí que este era el regreso definitivo, que ya no me iba a marcar otra a lo Rolling Stones, que te juro que de verdad llevaba toda la intención...

Si es que no te lo vas a creer, pero hasta que abriste la puerta lo tenía todo bajo control: que si le voy a querer bien, porque quiero y porque puedo; que si puedo estar sin ir él pero con él estoy mejor, así que qué dependencia ni que niño muerto; que lo del numerito de la novia kamikaze lo hacía otra, que yo ya no; una maravilla, oiga. Una suficiencia emocional digna de admirar.

Pero abriste la puerta, a sabiendas de quien llamaba, de que hay muchx niñatx gastando bromas por los portales y ¡bum!, salté por los aires. Nada más verte, salté por los aires. Y tú, que eres tan observador, lo notaste. No pude disimularlo, claro, ya te había puesto la camisa perdida.

Y otra vez nos fuimos al carajo. Yo liderando la expedición. Tú a rastras, con fugas de fe y amor propio por todas partes.

No hace falta ni que lo digas, ya me voy yo solita a donde quieres mandarme. Si ya sé que me lo merezco... 

domingo, 11 de enero de 2015

Hégira


Por el placer de disociarme
escribo,
lloro,
pataleo.

Dejo de escucharte,
me desconecto de las corrientes del tiempo y vivo
media vida en un instante.

Por el placer de disociarme
hago oídos sordos a mi existencia,
ignoro mi pasado
y mi presente,
y me diluyo, absurda, en mi conciencia hirviendo,
transmutando el oro en zinc.

Tu voz es como una jarra de agua fría,
una caricia violenta,
que me devuelve a mi cuerpo,
a mi dislocado sentido
                            [del tiempo,

y aún así no encuentro alternativa
a esta ficción desmedida,
tapadera de la fuga de mis neuronas,
de las horas furtivas,
de la torpeza de un vivir errático.

Tengo al pánico enganchado
como una zarza en las costillas
y no logro asumir que jamás
tendré el control de esta vida
ni de ninguna otra,
aunque permanezca mil años bajo el mismo árbol.

Menos mal que por momentos,
a través de tu voz líquida convergen mis guerras
y las vuestras,
y el cisma que hay en mi cabeza ya no recuerda
al de Occidente.

jueves, 8 de enero de 2015

Y que vivir no duela.

Te busco, 
aunque quizás debería encontrarme primero,
tan desnortada,
borrosa en todos los espejos.

De un tiempo a esta parte
me ha poseído un torrente de lágrimas,
estallo tres de cada cuatro miradas,
y sin quererlo
espanto a la vida.

Se me clavan por todas partes
agujas de un reloj irrefrenable,
se ralentizan mis latidos mientras todo lo demás
se acelera
y no sé seguir,
ni recuerdo el camino de vuelta.

No sé dónde he estado todos estos años,
no sé vivir,
no sé querer, si hay alguna diferencia,
ni si merece la pena, o la alegría,
quedarse aquí.

Pero me quedo
varada en la encrucijada,
ingrávida entre interrogantes
y mientras, te escribo
aunque desconozco tu nombre y tu idioma,
te escribo y rezo a la nada.

Mientras, la gente vive,
yo les observo vivir
y me pregunto cómo consiguen que parezca tan fácil,
cómo lo hago yo tan difícil,
si será siempre así.

En la hoja en blanco tomo distancia
de esta vida inviable
tan distinta de aquellas promesas
y al no saber por dónde empezar a vivirla,
me retraigo, me hago 
diminuta 
invisible
y conquisto 
una paz trágica.

Soy egoísta
y fantaseo con que desconecten todos los teléfonos,
que se borre mi nombre de todas las agendas,
que me trague la soledad
y por un instante
vivir no duela.


martes, 6 de enero de 2015

Trampa

Podría escribir
los versos más mediocres esta noche
para ti,
que me das el pan de cada día
una vez por semana
y seguir hundiéndome
en este amor movedizo.

Sigo deseándote
un golpe de alegría fulminante
e irreversible,
sin la necesidad de tenderle a nadie más
esta trampa química,
sin esa ambición desmedida
por coleccionar taquicardias,
consumir personas,
y vender besos con obsolescencia programada.

Tu respuesta será la de siempre,
un rotundo quizás
en clave de engaño sostenido,
porque intentar quererte
es como esperar indefinidamente 
en la puerta de embarque de un aeropuerto
justificando todos los retrasos.

Y esto
es solo el final.