Será por llevar la contraria
por sistema,
pero a mi el otoño me alegra
y en primavera
lloro más de lo habitual.
Más que por alergia,
por una nostalgia crónica
que la luz exacerba.
Que igual que las hay que nacen con
los ojos claros o
el pelo negro,
están las que vienen al mundo
con la melancolía debajo del brazo
y la lágrima siempre
a ras de cielo.
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